lunes, 19 de marzo de 2012

"Intu de güaild" ó Crónicas de una experiencia rural castellana


Vista del huerto en invierno 

 ¿Habrá sido conciente Jasón de que la gloria lo cubriría con su dorado manto tras cumplir con la épica incursión a la Cólquida a bordo del Argos? ¿Habrá intentado Hércules burlar los presagios del oráculo de Delfos, ese que le había presagiado la gloria eterna a la par que la muerte en la campaña contra Troya?
 Menos célebre, pero inapelable como la Esfinge ante Edipo, fue el presagio de Isaac, pastor experimentado, a mi amigo Mario, durante aquellas duras semanas de pupilaje caprino: el pastor sentenció "se te van a morir todas antes de los seis meses"...

 Y tal vez, antes de continuar, sea mejor una...

 ... pequeña introducción biográfica
El huerto, el cabrerizo y Mario pasando la vertedera con Gitano
 (Escrito tras mi primera experiencia campestre en Valdemanco, en otoño del 2009)

 << (...) Una hermosa mixtura de sensaciones que al cerrar los ojos van ligándose a imágenes, olores, sonidos de los últimos días en la llamada "sierra pobre" de Madrid... cierro los ojos y veo los colores de  los álamos, transformándose por el frío que comienza a caer desde la sierra y por el sol que por las tardes infla tanto las hojas de los árboles de un amarillo furioso que en ciertos momentos parecieran arder... si mantengo los ojos cerrados puedo ver a mi amigo Mario, dentro de la choza que él mismo construyó con sus manos de filósofo, jugando a las 11 de la noche (dice el pobre reloj, sin que nadie le lleve demasiado el apunte) con un leño de fresno, intentando descifrar los secretos de esta madera tan presente en las tierritas que tiene arrendadas; Mariete se vale de un pequeño machete porque "es más fácil de manejar para lo chiquito", además de que el machete grande no podría siquiera ser abanicado en el aire sin cargarse el techo y parte de la pared de adobe que él mismo se inventó hace unos años cuando construyó la choza... Mariete se vale no sólo del machete sino también de una linterna frontal, pero fundamentalmente se vale del fuego de su corazón inquieto para investigar, para escrutar la materia y sus relaciones con la energía...
La familia durante la última trashumancia de diciembre-enero


 Como cada vez que he ido al campo, a la montaña, mi sensación de entrada es la del asombro ante mi propio desvalimiento: no sé agarrar un machete, se me complica sobremanera atar una soga y la sencilla tarea de cavar un pozo con una pala se convierte en un acertijo que si me lo hiciera la Esfinge hoy cenaría Santiago a las brasas (si la loca consigue encender el fuego con la leña mojada). Así, puede pensarse que mi llegada a Valdemanco tuvo bastante de repetición, pero ésta es más aparente que real, porque la sensación de impotencia que me arreciaba por todos lados fue y es siempre en alguna medida original: cuando comenzaba a manejar medianamente mejor la pala, llegaba el momento de descargar la arena en algún lado, lo que hasta el final de la tarea fue siempre un oscurísimo misterio pues no sabía en qué terminaría lo que estaba haciendo (situación bastante similar a la que está sucediendo mientras escribo esto, que no sé dónde acabará); más tarde eso se convertía en un muro de piedras (que tampoco podía apilar de manera que quedaran estables: muro de los incas, muro de los incapaces), luego sería la preciosa base del tipi... o luego cuando las cabras de mi amigo se me disparaban sierra arriba, no sólo no lograr frenarlas sino que con cada intento de hacerlas volver, me gambetearan cual burrito Ortega en su mejor época y me dejaran pagando viendo cómo de nuevo arrancaban para cualquier lugar, menos hacia el deseado. >>
Mariete ordeñando a la Sierra en verano

 Tras los toques biográficos, una...
 Pequeña (y jocosa) crónica del Prao Manolo.
 Todo comenzó con un filósofo y su pareja, que fueron descubriendo (o pensando) que querían vivir del campo/en el campo (parecido no es lo mismo). Comenzaron con una pequeña tierrita que unos viejos del pueblo les habían ofrecido para poner un huerto, oportunidad que no dejaron pasar: Mario construyó un "precioso" mini-estanque de cemento para el huerto (un implemento que al día de hoy Mario recuerda como "¡un deliiiiiirio! ¡No servía para nada!"). Una amiga de ellos montó un tipi (tienda estilo sioux) en un terreno arriba del pueblo, lo que les inspiró la idea de construir una pequeña choza para vivir más en contacto con la naturaleza. ¡Y allá fueron! Arrendaron unas tierras y mientras Paulita trabajaba afuera, Mario comenzaba la construcción de la choza y liquidaba ahorros de viejos trabajos para poder comprar las herramientas necesarias. (Se pueden ver imágenes del proceso en el blog del Prao: mundochoza.blogspot.com)
Pastoreo matinal: Carmen y Viento miran las manos del pastor
 Una vez acabada la choza, se fueron de viaje a tierras mexicanas, a vivir en diversas comunidades indígenas en donde aprendieron algunas artes de aquellas tierras. Fue entonces cuando Mario maduró la idea de tener animales: al volver compró unas cuantas cabras y unas cuantas gallinas, y con lo aprendido en México construyó un cabrerizo-gallinero, siguiendo sólo en parte las recomendaciones de los viejos del pueblo. ¿Para qué cercas y vallas? Se trataba de desarrollar un nuevo concepto de granja más horizontal, democrática... ¡una granja jipi! La cosa era enseñarle a gallinas y cabras que no se podían acercar al huerto... y el aprendizaje iba bien, no se acercaban y al acercarse Mario las ahuyentaba, con lo que era de esperarse (o no) que aprendieran que el huerto era tierra prohibida... el tema fue que las gallinas, justo-justo antes de graduarse, se comieron el huerto. "No hay mal que por bien no venga", dice el refranero, y merced de tal sentencia no hace falta señalar lo hermosas que se pusieron las gallinas (no todos los días uno puede ver animales de granja alimentados con hortalizas ecológicas). Semejante crianza no puede pasar desapercibida, ni siquiera para los zorros (o sobre todo para éstos) y fue así que, al pasar por el prado, los zorros no pudieron evitar sentirse invitados al banquete que el Mariete humanitaria (e involuntariamente) convidó. Cabe agregarse que, entre que no había valla ni perro, y encima las locas estaban más para un reality de obesos que para una carrera de 50 metros llanos, las gallinas, de puro gordas, pobres, no tuvieron oportunidad. 
Duna, Fernando y las obras de ampliación durante otoño
 Todas estas experiencias no fueron vanas: Mario aprendió importantes lecciones: valló el huerto, buscó un perro para cuidar las gallinas y otro para cuidar las cabras. Algunos viejos le dijeron que el perro que tenía para lo segundo no servía, que acabaría comiéndose a las cabras, pero él opinó diferente e hizo hasta lo imposible por enseñarle a ser un perro pastor... 
 Como se dice por ahí, "el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo"... y dicho esto, tal vez no haga falta siquiera mentar la conclusión... Mario descuidó la choza unos días mientras le ayudaba a Paula a montar su casa en el pueblo (había decidido que no quería vivir en la choza), y entonces el perro se fue comiendo las gallinas que quedaban y las cabras. Todas menos la Caaaaaaarmen, de quien el perro, se comentaba no sin acierto, estaba enamorado. La profecía de Isaac quedaba finalmente cumplida, salvo por que no murieron todas, salvo porque no fueron seis meses sino ocho...
 Esta catástrofe supuso un muy duro golpe para Mario que, habiéndolo dejado con su pareja, decidió salir con su caballo y su cabra a trashumar. Pero eso lo dejaremos para una segunda parte...

Viento, el chivo, se duerme in fraganti sobre un saco de avena
Por ahora, baste decir que los procesos han continuado, que las cosas no se han rebelado contra la máxima de Heráclito y el cambio sigue siendo ley: Mario ya no se desvela, al menos no por propia voluntad, y se levanta antes de que el sol siquiera se asome (de ahí la memorable frase: "no es por nada, Mario, pero me parece que te has levantado dos veces el mismo día"). Hoy el prao cuenta con diez chivas (tres preñadas) y un chivo, hemos preparado un segundo huerto, hemos ampliado la choza y estamos cerca de tener un horno. La linterna frontal ha sido abandonada, salvo para las visitas o para urgencias y las noches de desvelo nacen del influjo de la luna llena. Y así vamos, intentando ser autosuficientes, intentando generar una comunidad más allá de nosotros que nos permita desarrollar una alternativa para otros que, como nosotros, creen que otro mundo es posible... 

 Madrid, 19 de marzo