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| Bansky y su sutil crítica al periodismo basura |
Llama la atención: si un cirujano se equivoca en su ejercicio profesional es posible que sea llevado a la justicia, en donde puede perder, por ejemplo, la licencia para ejercer...
Tras la caída de un obrero desde una construcción, casi al mismo tiempo que se llama al servicio de urgencias se está pensando en quién es el responsable, quién o no hizo lo que tenía que hacer o hizo lo que no tenía que hacer... en cualquiera de estos casos es muy probable que aparezca algún simpático abogado movido por <el-deseo-de-que-se-haga-justicia>. Pero aunque no aparezca tan pintoresco personaje, de lo que no se salva ni el médico, ni el ingeniero o arquitecto o capataz, ni vos que leés esto, ni yo que lo escribo, de lo que no se salva nadie, es de la opinión popular, del juicio o de la condena social, esa que corre más rápido que un abogado oliendo carroña (si tal cosa fuera posible), esa que hoy besa los pasos de su ídolo para mañana vejarlo en la cruz.
Es por ella que la labor de los comunicadores se vuelve tan importante, tan gravitante en el devenir de todo grupo o sociedad: porque los seres humanos tendemos a tomar ciertas interpretaciones de la realidad como la realidad misma, y tales representaciones suelen ser bastantes impermeables o resistentes a asimilar otros datos que podrían constituir una clara evidencia en contra de la postura que inicialmente hemos adoptado.
Por ejemplo (de ficción), en las noticias hablan de la muerte de una mujer, cuyo cadáver aparece con múltiples cortes. La primera versión habla de la detención de un albañil como presunto autor material debido, según "fuentes confiables" (rara vez reseñadas por el cronista), a la existencia de "abrumadora evidencia circunstancial": el acusado, continúa el cronista, "tenía sangre presumiblemente de la víctima" en las mangas y algunas heridas en las manos, "posiblemente generadas en un forcejeo con la víctima, además de tener en su poder herramientas que bien podrían haber sido las que causaron las heridas", nos explica el cronista, que podría agergar que "no se descarta que el móvil sea el robo".
¿Qué dice una persona común al leer semejantes crónicas? Imaginemos que lo comenta en el trabajo:
- ¿Viste al albañil hijo de puta ese que mató a la mina para robarle?
- Sí, acabo de venir del bar y escuché las novedades. El tipo dijo que no tenía nada que ver.
- Eso dicen todos... ¡Pero si estaba en el mismo edificio de la mujer!
- Sí, pero los peritos piensan que la mina murió mucho antes que el tipo fuera a trabajar.
- ¿Quién? ¿Los peritos? ¡Pero si la policía es tan inepta que no pueden determinar ni la temperatura de un café con leche!
- Decían que si bien no había forma de saber con certeza la hora de ataque, por una técnica de peritaje podían establecer que la mina, cuando la encontraron, llevaba muerta al menos 8 horas, y el tipo a esa hora estaba en su casa; un vecino lo vio salir a a la mañana, incluso tenía el boleto del tren que decía la hora a la que lo tomó.
- Se lo habrá robado a algún compañero de trabajo.
- Parece que ese día estaba solo.
- ¡Se lo habrá dado algún familiar para hacerlo zafar!
- Puede ser... pero, ¿y el vecino que lo vio salir de la casa esa mañana?
- Será amigo del tipo, o lo soñó, o se confundió... ¡no sé! Y además, ¡está lo de la sangre en las mangas!
- Sí, parece que es cierto. El corte se lo hizo trabajando esa mañana...
- Sí, ¡forcejeando con la víctima!
- Pues decía el perito que las características de la herida se podía haber hecho como el tipo le explicó y que si bien no era imposible, que era muy improbable que se la hubiera hecho en un forcejeo con otra persona.
- Sí, seguro... tuvo un accidente con las herramientas... ¡se le cayó la pala en la cabeza de la pobre mina...!
* * *
¿Cuánta evidencia haría falta para convencer a nuestro colega de que el albañil es más inocente que el 28 de diciembre? Tal vez sería tarea imposible, tal vez ya nada pueda convencerlo de rectificar aquella primera impresión, aquella primera versión de lo que piensa que fueron los hechos. ¿Por qué es posible que no llegue a rectificar jamás? Pues porque en su psiquis opera lo que Pichon Rivière llamara el "obstáculo epistemofílico", es decir, una predisposición afectiva que condiciona el acercamiento a cierto objeto de estudio; o quizá sea la influencia de lo que Bachelard llamara "obstáculo epistemológico", esto es, cierto conocimiento previo que dificulta la integración de nueva información... mentes brillantes, conceptos rimbombantes y todo para nombrar aquello que en el barrio llamamos simplemente prejuicio. Los prejuicios son, tomando un concepto general de la psicología cognitiva, ideas automáticas, que sirven de marco o de fondo a la figura de nuestro pensamiento, sin que tengamos conciencia de ellos. Es por eso que resultan tan difícil reconocerlos en nosotros mismos, aunque nos cuesta bastante poco verlos en los demás. Y es también por esta dificultad en el reconocimiento de los propios prejuicios que corregirlos cuesta muchísimo trabajo y normalmente es imposible sin la asistencia de un tercero que, cual Sócrates con su mayéutica, nos allane el camino hacia una mirada desprejuiciada.
A la luz de lo expresado arriba, los periodistas deberían responder ante la comunidad igual que lo hace el médico, el arquitecto, el albañil o cualquier ciudadano responsable de sus actos. Las cagadas de los médicos, como las de los gatos, se tapan con tierra... ¿y las de los periodistas? Las de estos más que taparse con tierra, se hacen tapa, de revistas y periódicos, para luego, en ediciones posteriores, publicar en alguna página perdida, una minúscula errata, si es que se lo hace...
¿Por qué hablo de esto en esta entrada? Porque hace unas semanas se publicó una noticia en el New York Post (diario sensacionalista propiedad de Rupert Murdoch, magnate de los medios que no necesita presentación) en la que se "informaba" que la presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, había gastado más de 100.000 dólares en zapatos de lujo mientras se encontraba en Nueva York para la sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas. Acto seguido, diferentes medios del mundo se encargaron de difundir la "noticia" en sus respectivas ediciones con títulos como "El lío de los zapatos de Cristina Fernández" de El País. El peor fue el derechoso ABC, también de España, que le dedicó tres notas a la cuestión y ninguna errata posterior: la primera nota se tituló "La debilidad de Cristina Fernández de Kirchner", la siguiente, menos poética aunque más al punto, "Cristina Kirchner se gasta 110.000 dólares en zapatos", ocasión en la que aprovecha para comparar a nuestra presidente con una primera dama filipina que dice tener 1060 pares de zapatos; y la tercera "Cristina Kirchner y sus carísimos zapatos", en donde exponen otra versión (¿libre?) en la que el escenario de la compra compulsiva no es Nueva York sino París... podrían reseñarse muchas notas más, pero todas cuentan, palabras más o menos, lo mismo.
Si alguno desconfía, pueden leerse muchas notas con fuentes más confiables e igualmente hijas de puta, como la que publica Perfil o el oficialista DiarioRegistrado, que describen cómo se habría armado la operación. Pero yo quiero volver sobre la cuestión del Abc, que como dije, tiene tiempo de escribir tres notas con mentiras pero no ha encontrado (desde el 22 de septiembre que se publicó la primera basura hasta ahora) el tiempo para publicar un sólo renglón de errata, y eso me parece imperdonable. No porque manchen su honor (¿qué le hace una mancha más al tigre?) sino porque de esta manera la operación "Zapatos presidenciales", como la ha bautizado DiarioRegistrado, ha sido un éxito rotundo: por medio de tan despreciable y sencilla maniobra se ha invisibilizado, silenciado el discurso de Cristina en la Asamblea de Naciones Unidas, que en comparación con los timoratos discursos que suelen escucharse en tales ocasiones, bien podría definirse como revolucionario, y no exagero.
El discurso silenciado
En su discurso ante la asamblea de la ONU, en menos de media hora, Cristina pidió al Reino Unido que cumpla alguna "de las diez resoluciones" de Naciones Unidas para sentarse a discutir la soberanía de las Islas Malvinas. Posteriormente, habló del "sueño" de que Palestina sea reconocido como el estado 194 de Naciones Unidas, criticó a quienes consideran un peligro para el estado de Israel tal reconocimiento y sostuvo que hasta que Palestina no sea un estado de pleno reconocimiento se estará dando "coartada" al terrorismo internacional. Además, criticó el proceder histórico de Irán con relación a la investigación de la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires, si bien reconoció un reciente cambio en su postura que espera sea beneficioso para la investigación del atentado.
Por otro lado, fustigó las políticas de ajustes y recortes sociales que tanto daño hicieron en nuestro país durante más de diez años, que llevaron a las consecuencias por todos conocidas y que constituyen la misma receta prescripta por la Unión Europea (leasé, Alemania y Francia) para los países que se encuentran en graves problemas económicos. Mencionó la insólita "volatilidad de los mercados", señaló la vigencia de la "economía del enter" en la que los activos no existen más que en una pantalla y que tras oprimir una tecla, especuladores realizan operaciones que ponen en jaque la economía de los países, "destruyen puestos de trabajo" y generan "grandes utilidades" para unos pocos; ante esta situación considera que la única solución posible es "la regulación" del mercado por parte de las entidades internacionales de crédito. Más adelante se refirió a las agencias calificadoras de riesgo, a quienes endilgó una "gran responsabilidad en la crisis de hoy". Además habló de la "injusticia del derecho de veto" de los países miembros del Consejo de Seguridad, prerrogativa que hace que el funcionamiento de este organismo no sea plenamente democrático.
No sé qué opinarán ustedes, pero a mí me llena de indignación ver semejante discurso silenciado. La operación ha sido de lo más burda y, lo peor, los medios mencionados no han tenido la decencia de publicar siquiera una columna de rectificación.
El daño que infringe un médico es más o menos fácil de determinar; el daño de un periodista no depende sólo de él, sino de la configuración de lo que Kurt Lewin llamara "el campo", y lamentablemente el campo de la desinformación mediática es proclive a la multiplicación extrema de semejantes mentiras, al punto que el engaño no halla límites.
Todo derecho conlleva una gran responsabilidad. "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decir lo piensas", proclamaba Voltaire... la putada es que al día de hoy, más de un lector incauto se inmolaría por el derecho a que las ponzoñosas palabras de un ejército de pseudo periodistas hijos de puta, a través de diferentes medios, infestaran de engaños esas mentes, infección que, por las humanas razones ya esbozadas más arriba, se vuelve cada vez más difícil de erradicar.
El pobre Rodolfo Walsh se moriría otra vez de la indignación, de la indignidad de estos mal llamados periodistas.
Madrid, 5 de octubre
Es por ella que la labor de los comunicadores se vuelve tan importante, tan gravitante en el devenir de todo grupo o sociedad: porque los seres humanos tendemos a tomar ciertas interpretaciones de la realidad como la realidad misma, y tales representaciones suelen ser bastantes impermeables o resistentes a asimilar otros datos que podrían constituir una clara evidencia en contra de la postura que inicialmente hemos adoptado.
Por ejemplo (de ficción), en las noticias hablan de la muerte de una mujer, cuyo cadáver aparece con múltiples cortes. La primera versión habla de la detención de un albañil como presunto autor material debido, según "fuentes confiables" (rara vez reseñadas por el cronista), a la existencia de "abrumadora evidencia circunstancial": el acusado, continúa el cronista, "tenía sangre presumiblemente de la víctima" en las mangas y algunas heridas en las manos, "posiblemente generadas en un forcejeo con la víctima, además de tener en su poder herramientas que bien podrían haber sido las que causaron las heridas", nos explica el cronista, que podría agergar que "no se descarta que el móvil sea el robo".
¿Qué dice una persona común al leer semejantes crónicas? Imaginemos que lo comenta en el trabajo:
- ¿Viste al albañil hijo de puta ese que mató a la mina para robarle?
- Sí, acabo de venir del bar y escuché las novedades. El tipo dijo que no tenía nada que ver.
- Eso dicen todos... ¡Pero si estaba en el mismo edificio de la mujer!
- Sí, pero los peritos piensan que la mina murió mucho antes que el tipo fuera a trabajar.
- ¿Quién? ¿Los peritos? ¡Pero si la policía es tan inepta que no pueden determinar ni la temperatura de un café con leche!
- Decían que si bien no había forma de saber con certeza la hora de ataque, por una técnica de peritaje podían establecer que la mina, cuando la encontraron, llevaba muerta al menos 8 horas, y el tipo a esa hora estaba en su casa; un vecino lo vio salir a a la mañana, incluso tenía el boleto del tren que decía la hora a la que lo tomó.
- Se lo habrá robado a algún compañero de trabajo.
- Parece que ese día estaba solo.
- ¡Se lo habrá dado algún familiar para hacerlo zafar!
- Puede ser... pero, ¿y el vecino que lo vio salir de la casa esa mañana?
- Será amigo del tipo, o lo soñó, o se confundió... ¡no sé! Y además, ¡está lo de la sangre en las mangas!
- Sí, parece que es cierto. El corte se lo hizo trabajando esa mañana...
- Sí, ¡forcejeando con la víctima!
- Pues decía el perito que las características de la herida se podía haber hecho como el tipo le explicó y que si bien no era imposible, que era muy improbable que se la hubiera hecho en un forcejeo con otra persona.
- Sí, seguro... tuvo un accidente con las herramientas... ¡se le cayó la pala en la cabeza de la pobre mina...!
* * *
¿Cuánta evidencia haría falta para convencer a nuestro colega de que el albañil es más inocente que el 28 de diciembre? Tal vez sería tarea imposible, tal vez ya nada pueda convencerlo de rectificar aquella primera impresión, aquella primera versión de lo que piensa que fueron los hechos. ¿Por qué es posible que no llegue a rectificar jamás? Pues porque en su psiquis opera lo que Pichon Rivière llamara el "obstáculo epistemofílico", es decir, una predisposición afectiva que condiciona el acercamiento a cierto objeto de estudio; o quizá sea la influencia de lo que Bachelard llamara "obstáculo epistemológico", esto es, cierto conocimiento previo que dificulta la integración de nueva información... mentes brillantes, conceptos rimbombantes y todo para nombrar aquello que en el barrio llamamos simplemente prejuicio. Los prejuicios son, tomando un concepto general de la psicología cognitiva, ideas automáticas, que sirven de marco o de fondo a la figura de nuestro pensamiento, sin que tengamos conciencia de ellos. Es por eso que resultan tan difícil reconocerlos en nosotros mismos, aunque nos cuesta bastante poco verlos en los demás. Y es también por esta dificultad en el reconocimiento de los propios prejuicios que corregirlos cuesta muchísimo trabajo y normalmente es imposible sin la asistencia de un tercero que, cual Sócrates con su mayéutica, nos allane el camino hacia una mirada desprejuiciada.
A la luz de lo expresado arriba, los periodistas deberían responder ante la comunidad igual que lo hace el médico, el arquitecto, el albañil o cualquier ciudadano responsable de sus actos. Las cagadas de los médicos, como las de los gatos, se tapan con tierra... ¿y las de los periodistas? Las de estos más que taparse con tierra, se hacen tapa, de revistas y periódicos, para luego, en ediciones posteriores, publicar en alguna página perdida, una minúscula errata, si es que se lo hace...
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| 22/09 - Primera de las tres notas que le dedicara el derechoso Abc de España |
Si alguno desconfía, pueden leerse muchas notas con fuentes más confiables e igualmente hijas de puta, como la que publica Perfil o el oficialista DiarioRegistrado, que describen cómo se habría armado la operación. Pero yo quiero volver sobre la cuestión del Abc, que como dije, tiene tiempo de escribir tres notas con mentiras pero no ha encontrado (desde el 22 de septiembre que se publicó la primera basura hasta ahora) el tiempo para publicar un sólo renglón de errata, y eso me parece imperdonable. No porque manchen su honor (¿qué le hace una mancha más al tigre?) sino porque de esta manera la operación "Zapatos presidenciales", como la ha bautizado DiarioRegistrado, ha sido un éxito rotundo: por medio de tan despreciable y sencilla maniobra se ha invisibilizado, silenciado el discurso de Cristina en la Asamblea de Naciones Unidas, que en comparación con los timoratos discursos que suelen escucharse en tales ocasiones, bien podría definirse como revolucionario, y no exagero.
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| Capturas de las noticias reseñadas: Perfil, medio antikirchnerista; DiarioRegistrado, medio-cre medio oficialista |
En su discurso ante la asamblea de la ONU, en menos de media hora, Cristina pidió al Reino Unido que cumpla alguna "de las diez resoluciones" de Naciones Unidas para sentarse a discutir la soberanía de las Islas Malvinas. Posteriormente, habló del "sueño" de que Palestina sea reconocido como el estado 194 de Naciones Unidas, criticó a quienes consideran un peligro para el estado de Israel tal reconocimiento y sostuvo que hasta que Palestina no sea un estado de pleno reconocimiento se estará dando "coartada" al terrorismo internacional. Además, criticó el proceder histórico de Irán con relación a la investigación de la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires, si bien reconoció un reciente cambio en su postura que espera sea beneficioso para la investigación del atentado.
Por otro lado, fustigó las políticas de ajustes y recortes sociales que tanto daño hicieron en nuestro país durante más de diez años, que llevaron a las consecuencias por todos conocidas y que constituyen la misma receta prescripta por la Unión Europea (leasé, Alemania y Francia) para los países que se encuentran en graves problemas económicos. Mencionó la insólita "volatilidad de los mercados", señaló la vigencia de la "economía del enter" en la que los activos no existen más que en una pantalla y que tras oprimir una tecla, especuladores realizan operaciones que ponen en jaque la economía de los países, "destruyen puestos de trabajo" y generan "grandes utilidades" para unos pocos; ante esta situación considera que la única solución posible es "la regulación" del mercado por parte de las entidades internacionales de crédito. Más adelante se refirió a las agencias calificadoras de riesgo, a quienes endilgó una "gran responsabilidad en la crisis de hoy". Además habló de la "injusticia del derecho de veto" de los países miembros del Consejo de Seguridad, prerrogativa que hace que el funcionamiento de este organismo no sea plenamente democrático.
No sé qué opinarán ustedes, pero a mí me llena de indignación ver semejante discurso silenciado. La operación ha sido de lo más burda y, lo peor, los medios mencionados no han tenido la decencia de publicar siquiera una columna de rectificación.El daño que infringe un médico es más o menos fácil de determinar; el daño de un periodista no depende sólo de él, sino de la configuración de lo que Kurt Lewin llamara "el campo", y lamentablemente el campo de la desinformación mediática es proclive a la multiplicación extrema de semejantes mentiras, al punto que el engaño no halla límites.
Todo derecho conlleva una gran responsabilidad. "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decir lo piensas", proclamaba Voltaire... la putada es que al día de hoy, más de un lector incauto se inmolaría por el derecho a que las ponzoñosas palabras de un ejército de pseudo periodistas hijos de puta, a través de diferentes medios, infestaran de engaños esas mentes, infección que, por las humanas razones ya esbozadas más arriba, se vuelve cada vez más difícil de erradicar.
El pobre Rodolfo Walsh se moriría otra vez de la indignación, de la indignidad de estos mal llamados periodistas.
Madrid, 5 de octubre


